La famosa píldora Viagra (y los nuevos fármacos parecidos) es realmente efectiva en el tratamiento de la impotencia.
Como solución permite salir del paso, aunque su acción es momentánea y pasajero y no cura el problema.
Sin embargo, su uso posee diversos efectos secundarios y en algunos casos ha llegado a provocar la muerte. Como vemos, es un tratamiento nada seguro. De hecho, la mayoría de impotencias o dificultades de erección se producen bien por edad avanzada bien por enfermedades cardiovasculares o endocrinas (como insuficiencia circulatoria, diabetes o infartos).
Las personas afectadas por estas enfermedades nunca deberían tomar este fármaco porque los riesgos asociados se multiplican de forma alarmante.
El efecto principal que provoca la Viagra es de tipo vascular: aumenta el riego de sangre al pene y facilita la erección. Ahora bien, este aumento de riego no se produce exclusivamente en la zona genital, por lo que los hombres que la tomen tienen un mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un derrame cerebral (ambos problemas de tipo vascular).
Existe otro grupo de hombres de toma la Viagra con una finalidad puramente de experimentación, para poder ir más allá de lo que un hombre puede ir. En este caso no se trata de impotencia ni de dificultades de erección, sino de un deseo de rendir más. Esta segunda indicación no es, desde luego, razón suficiente para medicarse.
Existen en el mercado suficientes suplementos dietéticos y alimentos como para tener que depender de este tipo de fármacos de riesgo. Por ejemplo, la humilde y olvidada avena (licuado o “leche” de avena), de excelentes virtudes regenerativas y como vigorizante sexual.
FUENTE: El Gran Libro de la Salud (EDITORIAL OCEANO)
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