El creador de la homeopatía fue un médico de Sajonia (Alemania), Samuel Christian Fréderic Hahnemann, nacido en Meissen en 1755. Hahnemann ejerció en varias ciudades de Alemania del Sur antes de establecerse en Leipzig. El joven médico sentía ya vacilar profundamente sus convicciones médicas por la pobreza de la terapéutica de la época, a menudo peligrosa con sus sangrías y sus lavados. Renunciando a hacerse una clientela y ejercer, Hahnemann se consagra a la traducción de obras extranjeras para poder subsistir. Y fue así como en 1790, cuando estaba traduciendo el libro “Materia Médica” de un médico escocés muy reputado, Cullen, atrajo su atención el artículo sobre la Quinquina. Hahnemann no pudo admitir lo que leyó, que en la fiebre, la corteza de la Quinquina actúa por intermedio de la virtud fortalecedora que ejerce sobre el estómago. De hecho, Hahnemann había contraído en Transilvania, cuando aún era un joven estudiante, la fiebre terciana, y había consumido grandes cantidades de esta droga.
Pudo entonces comprobar que, lejos de fortalecer su estómago, le había provocado un principio de gastritis. ¿Había que creer que Cullen, se había equivocado?. Con absoluta honestidad, Hahnemann decidió rehacer el experimento. Durante varios días se sometió a un tratamiento de 4 granos de quinquina cada dos días. Lejos de sentir su estómago fortalecido, notó una serie de molestias: enfriamiento de las extremidades, debilidad, somnolencia, palpitaciones, angustias, temblores, sed y brotes febriles; en resumen, todos los síntomas subjetivos de la fiebre intermitente (en aquella época, recordémoslo, el termómetro médico no era de uso corriente).
Continuando sus experimentos, Hahnemann publicó numerosos artículos y en 1810 edita “El Organon del arte de curar”. La aparición de esta obra ocasionó muchas críticas y numerosos ataques personales. Hahnemann perdió la plaza de médico de higiene para la que le había nombrado la ciudad de Leipzig. Con 65 años, Hahnemann lleva una vida tranquila, consagrada únicamente al cuidado de sus enfermos y a la investigación. Experimenta numerosos medicamentos, tomándolos él mismo o dando a los discípulos dosis elevadas de los mismos, con objeto de estudiar los síntomas desencadenados y encontrarlos a continuación en los pacientes.
Hahnemann quedó viudo, y en 1834, cuando ya tiene 79 años, recibe en su consulta a una joven francesa, Mélanie d´Herevily, quien se revela como una ferviente admiradora. Se casa con ella y se establece en París. Morirá en 1843, cuando se encuentra en la cumbre de la gloria. Sus restos descansan en el cementerio del Pére-Lachaise, donde puede verse su tumba, conservada por la Sociedad francesa de Homeopatía.
Hahnemann ha sido indudablemente, el primero en establecer de una forma concreta la ley de los semejantes, clave de bóveda alrededor de la cual se articula toda una terapéutica. Sin embargo, otros antes que él percibieron esta ley y enriquecieron el pensamiento médico hahnemaniano.
En los orígenes el primero es, por supuesto, Hipócrates, el padre de la medicina, el griego natural de la isla de Cos. Cuatro siglos antes de Jesucristo, Hipócrates ya enseñaba que los semejantes eran curados por los semejantes.
Más próximo en el tiempo a Hahnemann encontramos a Paracelso, el médico maldito que se movía en la frontera entre el equilibrio y el desequilibrio, entre el genio y la locura. A través de de los arcanos de Paracelso, se define el principio homeopático de similitud.
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